15 de abril de 2007

MARIA EUGENIA, ENSEÑAME EL CAMINO

En 1978 fui con mi amigo Ricardo a una fiesta en el salón FireStone que se encontraba en la planta alta de un edificio ubicado enfrente del Río de las Avenidas casi esquina con la avenida Madero. Éramos bien jóvenes. De pronto comencé a bailar con Maria Eugenia y Ricardo con Leonor, prima de ella, tan así que con algo de miedo, las invitamos al día siguiente a dar una vuelta. Recuerdo que en la fiesta, de pronto un señor empezó a hacer una colecta para que el grupo charanguero que estaba tocando y que usaba cuellos largos en las camisas desabotonadas; -y que sin embargo tocaba padrísimo-, canciones como La cumbia de los pajaritos y otras, continuara otra hora tocando.
Bailando y platicando nos quedamos de ver ellas y nosotros en Bellas Artes, hoy Escuela de Artes, ex convento de San Francisco, en Pachuca. Recuerdo que Eugenia dijo después: “Le dije a mi prima, mira como se esta durmiendo ese chavo [yo]”; luego nos seguimos quedando de ver cada pareja por su parte, yo no tenía mucha ropa así que lavaba un pantalón de cuadritos en una cubeta de lamina que teníamos en Cubitos llegando de la secundaria y lo ponía a secar para que estuviera seco a las cuatro de la tarde, hora de visita con Eugenia en el mismo lugar del centro. Ella me sorprendió mucho porque aunque no era rica iba en la prepa Olivares que era particular y la mejor de entonces, y además tenia teléfono en su casa, yo entonces iba en la secundaria federal para trabajadores, que es verdad, era la más modesta de ese tiempo. Eugenia me pedía que le hablara a su casa y yo tenía que ir a los teléfonos cercanos a Tránsito que eran los menos ruidosos de la calle para hablarle y que me diera una cita.
Una vez en el kiosko del parque Hidalgo me empezó a platicar que un amigo de su escuela era fanático de Los Beatles –entonces ya me había prestado dos sencillos del Cuarteto de Liverpool y yo conocía máximo seis canciones de ellos-, me explicó que su amigo tenía canciones bien raras como Revolución Nueve. Yo que de sí ya tenía mucho para sentirme subestimado, todavía me sentí peor. Pero con eso y con otros discos que me prestaron como el LP Beatles For Sale y el sencillo la Balada de John y Yoko que no se de donde salió pero que de pronto se volvió mi disco favorito pues lo oía a todas horas en mí tocadiscos rudimentario del cuarto inolvidable de la calle de Monterrey 702. Luego comencé a comprar extended play (sencillos de cuatro canciones) y más tarde verdaderos discos LP´s que costaban 103 pesos en la discoteca Baltierra de la calle de Guerrero, me refiero al disco A Hard day´s night que en México se llamó ¡Yeah Yeah Yeah!. De ahí no paré de comprar o conseguir discos de varias formas hasta convertirme en lo que hace unos días el periódico Milenio Hidalgo dijó: soy el máximo fanático de Los Beatles en Hidalgo, y es verdad he reunido muchos objetos y artefactos sobre los Escarabajos que tengo muchas ganas de compartir con la gente.
Regresando a 1978 en ese tiempo, compré un sencillo que escuchaba en la parada de los portales de la Plaza Constitución de Pachuca en el negocio dedicado a pastes y que se llamaba “Frías”, ahí tenían una rockola cuya canción Enseñame el camino de Peter Framptom, se podía oír si se tecleaba G7. Me gustaba mucho esa canción, así que pronto la compré en un disco sencillo que se convirtió en mi favorito. Tanto que sacando la letra de la revista Notitas Musicales aprendí a cantarla, de hecho es mi primera canción que me aprendí en ingles. Dedicada a María Eugenia y a mi juventud. La foto la tomó mi amigo Alberto y es lo más cercano al año que conocí a la linda beatlémana acapulqueña. Gracias por introducirme al mundo de Los Beatles.

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