
Mario era entonces, un chavo que jamás perdía la sonrisa del rostro y cooperaba en otras actividades que no eran su responsabilidad como el colocar temerariamente un estandarte publicitario de una actividad que tuvimos que se llamó “Encuentro de Grupos Étnicos”, -un acercamiento de la cultura con la gente que nos costó meses de esfuerzo y hasta lágrimas-, lo colocó en lo alto del edificio del INAH en Hidalgo, consciente del riesgo que representaba tal hazaña. El edificio no es chaparrito. Mario como siempre lo hizo con gusto y con la sonrisa que siempre le caracterizaba. Y al sentir y vivir es pasión que todos teníamos por que saliera ese encuentro de la mejor forma, y cuando él estaba peligrosamente en lo más alto de la construcción, alguien dijo: A ver si Mario no agarra el estandarte, se envuelve en él y se arroja al vacio gritando: “¡¡¡vivan los grupos étnicos!!!!”